8 de diciembre de 2012

                                                                           
 
Este trabajo  sobre un grabado de Nicolas Andry de Boisregard (Lyon; 1658París; 13 de mayo de 1742, médico francés), está hecho con arenas naturales. En él se representa a un joven árbol sujetado por las sogas que lo intentan guiar para que crezca recto, sin nunca pronunciarse contra nada, sin ninguna queja, ateniéndose a lo impuesto, (como nos quieren los políticos) pero él lucha y lucha y no se somete hasta que consigue desbordar en la copa su plena expansión. A la izquierda, un viejo árbol mutilado que me recuerda  los versos del poeta Miguel Hernández en la voz de Joan Manuel Serrat, “para la libertad”.
 Para la libertad sangro, lucho y pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho. Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida.
 
 
 
                                                                                                                   

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