Este
trabajo sobre un grabado de Nicolas
Andry de Boisregard (Lyon;
1658 – París; 13 de mayo de 1742,
médico francés), está hecho con arenas naturales. En
él se representa a un joven árbol sujetado por las sogas que lo intentan guiar
para que crezca recto, sin nunca pronunciarse contra nada, sin ninguna queja,
ateniéndose a lo impuesto, (como nos quieren los políticos) pero él lucha y
lucha y no se somete hasta que consigue desbordar en la copa su plena
expansión. A la izquierda, un viejo árbol mutilado que me recuerda los versos del poeta Miguel Hernández en la
voz de Joan Manuel Serrat, “para la libertad”.
Para la libertad sangro, lucho y
pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho. Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales y entro en los algodones
como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho. Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales y entro en los algodones
como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida.
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